sábado, 11 de enero de 2014

Sentimientos descubiertos

Esa noche, duermo envuelta en una calma extraña, agradable. Hacía mucho tiempo que no dormía así de bien. Cuando despierto a la mañana siguiente, necesito unos segundos para recordar lo sucedido la noche anterior. Me doy la vuelta poco a poco, con cuidado, para asegurarme de que no ha sido un sueño. Ahí estas, tumbado a mi lado, profundamente dormido. Tu respiración ralentizada contrasta con el rápido latido de mi corazón. Te has quedado conmigo, toda la noche. Sonrío sin apenas darme cuenta y vuelvo a tumbarme. ¿ Por qué no disfrutar de esa agradable sensación un ratito más ?
De repente alguien golpea la puerta y, a los pocos segundos, una enfermera entra presurosa en mi habitación llevando en sus brazos la bandeja con mi desayuno. La distraída muchacha avanza rápidamente hasta que levanta la mirada y nos ve ahí a los dos, tumbados en la cama. Su expresión se llena de sorpresa e incluso se pone roja. Inmediatamente yo también lo hago, aunque me alegro de que Daniel siga dormido.
-Esto...Yo no..Es que estaba tan cansado y el sillón no es muy cómodo y...- Empiezo a decir
- No te preocupes bonita, a mi no me tienes que dar explicaciones. Disfruta de la compañía, que te lo mereces- Me dice la chica con una sonrisa en la cara, que aumenta al mismo tiempo que el rojo de mis mejillas.
Deja cuidadosamente la bandeja en la mesilla y después, sin disimulo alguno, se inclina hacia la cara de Daniel. Inmediatamente me siento algo incómoda. Me da miedo que se despierte justo en ese momento. No digo nada para no molestarla.
La enfermera entrecierra los ojos e inspecciona la cara de Daniel. Tras unos segundos, por fin se aparta y me mira.
-Es muy guapo. Tienes buen gusto- Me dice despreocupada y naturalmente al tiempo que guiña un ojo.
Después, sin darme tiempo a reaccionar o a contestar, se dirige hacia la puerta y desaparece tras ella. Asimilo lo ocurrido y mi cara de tonta se transforma en una cara sonriente, la cara de una persona feliz.
Ni siquiera me da tiempo a reírme a gusto, porque oigo unos pasos acelerados dirigiéndose hacia la habitación. La joven enfermera vuelve a asomarse por la puerta de la habitación.
- Tu madre viene por el pasillo. ¿ No querrás que te pille así ? ¡ Corre y sácalo de ahí!- Me dice en un susurro al tiempo que me hace gestos de impaciencia con las manos y la cara.
Mi cabeza asimila lo que dice y una única palabra acude a mi mente " Mierda ". Como un muelle, me siento rápida como un rayo en la cama y le pego golpecitos a Daniel en el brazo, pero este solo se mueve un poco y entreabre los ojos. Me pongo más nerviosa cuando oigo los pasos de mi madre aproximándose. Está muy cerca. Si me pilla así,con un chico en mi cama, se enfadará o, por lo menos, hará preguntas que de momento prefiero no contestar. Mi madre siempre fue algo estricta con el tema de los novios, y más con este tema... Esta situación no ayuda mucho, la verdad. Seguro que se imaginará cosas raras. Así es mi madre. Además Daniel ya le dijo que él conducía el coche que provocó el accidente y, aunque mi madre le creía cuando decía que alguien manipuló su coche y más ahora que Lucas ha confesado, sigue sin tenerle mucho aprecio al chaval que, según su parecer, está comportándose de un modo raro con su hija. No sé si realmente le cae mal o, simplemente, pasaría eso con cualquier chico que se acercase a su pequeña.
Solo dispongo de unos segundos para actuar y, ante el empanamiento de Daniel, me veo obligada a tomar la iniciativa. Cuando oigo los pasos terriblemente cerca de la puerta, tomo la "cruel " decisión. Pongo mis manos en el pecho de Daniel y lo empujo de la cama, directo al suelo. Lo hago movida por el pánico. Se oye un ruido y no puedo evitar poner una mueca de dolor. Me ha dolido hasta a mí. Lo siento, pero era necesario.
- ¡ Au !- Oigo al instante desde el suelo. Apenas me da tiempo a taparme la boca con la mano para tapar mi sonrisa porque, en ese momento, entra mi madre.
Nada más traspasar la puerta, la sonrisa que lleva se transforma en una expresión de extrañeza.
No me extraña. Su hija está sentada en la cama, con una mano en la boca para evitar la risa.
- Hola cariño. ¿ Cómo te encuentras hoy ?
- Bien, la verdad es que estoy perfec...- Empiezo a decir cuando, de repente, algo se mueve detrás de la cama.
Desde el suelo surge un chico, que se levanta desorientado con una mano en la cabeza, frotando el lugar donde, seguramente, le saldrá un chichón por mi culpa. Mira a su alrededor y, al ver a mi madre, que lo observa extrañada, se pone rojo como un tomate y agacha la cabeza.
- Hola - Dice tímidamente Daniel.
Mi madre, cuya cara se ha puesto un poco más seria, decide preguntar lo que quiere saber, sin disimulo alguno.
- ¿ Qué haces aquí, muchacho ?- Le pregunta al pobre chico, que no sabe donde meterse.
Miro con disimulo a Daniel, que me devuelve la mirada y, con los ojos y gesticulando ligeramente, le digo que no  le cuente la verdad. El chico parece comprender lo que quiero decir y, tras pensar su coartada durante unos segundos, habla.
-He venido a ver qué tal estaba su hija y, como se quejaba de que su cama estaba muy inclinada, estaba buscando el botón para bajarla- Dice Daniel con un tono que convencería a muy pocas personas. Miente fatal, lo cual hace que me entren ganas de reír.
Aun así parece haber convencido a mi madre, que no vuelve a hacer más preguntas durante toda su visita.
Y así paso la mañana, rodeada de personas que me hacen reír. No puedo quejarme de mi estancia en el hospital porque, aunque la comida es horrible, dispongo de la mejor compañía. Esa tarde recibo también otra visita, cuando todos ya se han ido, incluido Daniel.
Sara, Gema y Lola acuden al hospital. En cuanto me ve, Gema se lanza a mis brazos y me hace mil y un preguntas a cerca de mi estado de salud. Hace falta que le repita unas cuentas veces lo bien que estoy para que acabe por convencerla. Las chicas se sientan y les cuento todo lo ocurrido. Por primera vez, hablo con ellas de Lucas. Les cuento todo y las reacciones son variadas. Sara se pasa la mitad de la historia dándome la mano mientras Lola no deja de llorar y de taparse la cara para que no lo veamos.
Mientras hablo, oigo a Gema farfullar un par de cosas.
-Sera cerdo...- Termina por decir la indignada de Gema al tiempo que comienza a darme una buena charla de motivación.
Me agrada pasar tiempo con ellas y me alegro de que me entiendan y apoyen. Por primera vez desde que acabó mi relación con Ana, siento que tengo amigas de verdad y, esta vez, no son como ella, son diferentes.
Pasamos toda la tarde riendo, comentando programas en la televisión y viendo cómo Gema llama continuamente  al guapo enfermero de la planta por cualquier tontería. Me siento a gusto, cómoda y...Por primera vez, integrada. Nunca he sido una persona abierta, siempre he sido tímida, y nunca me sentía demasiado cómoda entre la gente pero ahora, con estas chicas, siento que puedo ser yo misma, sin miedo a que nadie me juzgue. Supongo que, después de tanto tiempo, he descubierto lo que es una verdadera amistad.
Las chicas se marchan de mi habitación al caer la noche y me dedico a dormir, esta vez sola. Aun así, ya no me preocupan las pesadillas porque sé que, en mis sueños, hay un ángel que me protege.

" Narra Lola "

Cuando salimos de la habitación de Sandra, Gema y Sara comienzan a hablar de coger el autobús para volver a casa. Yo estoy inmersa en mis pensamientos. Necesito verle. Hay algo en mi cabeza, una intranquilidad que no cesará hasta que no lo haga.
-Chicas, ¿ os importa ir sin mi? Creo que me quedaré a cenar en la cafetería y luego vendrán mis padres a por mi- Digo, confiando en que mi excusa funcione.
- Claro, como quieras Lola - Me dice Sara con una sonrisa.
Las acompaño hasta la puerta de salida y, tras intercambiar besos y abrazos, vuelvo al interior del hospital mientras ellas se alejan. Mi corazón ha comenzado, poco a poco, a latir más y más deprisa.
Me dirijo al ascensor y pulso el botón. Planta 5, o eso me han dicho. Estoy nerviosa por verle. Da igual que esté en coma, su presencia me pone muy nerviosa. Eso no parece ir a cambiar nunca.
Salgo del ascensor y llego hasta su puerta. Un sudor frío me recorre. ¿ Y si algún familiar está dentro ? ¿ Qué pensarán de mi? Decido dejar el miedo a un lado, cojo aire, lo expulso y, en un solo movimiento, abro la puerta.
El silencio me invade al instante. Todo está tranquilo. Mi cuerpo parece relajarse un poco cuando caigo en la cuenta de que no hay nadie en la habitación excepto él. Entonces muevo la mirada por toda la habitación .Lo busco ansiosa. Ahí está, en su cama. Tumbado boca arriba, con una expresión de serenidad que parece calmarme a mi también. Todo su cuerpo lleno de cables, que parecen ser lo único que lo mantienen aquí, conmigo, lo único que lo aferra a la vida. No puedo evitar llorar desconsolada.
Me siento en la silla a su lado, mis manos rodeando mi cara al tiempo que sollozo.  Comienzo a hablar con él. Me sincero y, aunque no estoy segura de que pueda oírme, me cuesta mucho hacerlo.
- Leo yo...Sé que no te conozco de nada. Apenas hemos hablado, aunque la verdad es que, cada vez que te veía, me moría por hacerlo. Pero siempre me frenó la timidez. Sé que es estúpido pero, hay tantas cosas que me hubiese gustado decirte antes...Tantas cosas que me he callado por el mismo motivo. Vergüenza. Siempre ha sido eso lo que me ha frenado en todos los aspectos de mi vida, ¿ sabes ?- Pero apareciste tú y, de repente, tenía algo por lo que luchar. Por algún motivo, sólo quería acercarme a ti, y el sentimiento era tan fuerte que no pensaba dejar que esta vez la timidez me frenase. Siento ...Siento no haber sido lo suficientemente valiente. Siento no haber tenido el valor para haber hablado contigo antes. Siento que sólo sea capaz de hacerlo ahora, después de todo esto. Perdón. Me siento fatal por haber incumplido la promesa que me hice a mi misma porque, si hubiese sido capaz de hablar contigo, de conocerte antes, quizás no sentiría ahora  esta opresión tan grande en el corazón-
Mi mano se mueve hacia la tuya con lentitud y entrelazo mis dedos con los tuyos. Aprieto tu mano y tomo aire.
-Siento no haber tenido el valor de decirte antes que...Me gustas - Termino de decir entre lágrimas.
Agacho la cabeza y me quedo así, agarrando tu mano inmóvil mientras lloro.
Entonces, de repente, algo ejerce presión contra mi mano. Eres tú. Me aprietas la mano débilmente.
Las máquinas a las que te mantienen conectado comienza a pitar y todo se convierte en un caos.
Grito para que venga una enfermera,incapaz de apartar los ojos de ti. Sigo sujetando tu mano. De repente, abres los ojos.

lunes, 6 de enero de 2014

Pesadillas

Todo da vueltas, nada parece real. Sueños, imágenes difusas que atraviesan mi mente. De repente me despierto desconcertada. Miro a mi alrededor nerviosa. Un pensamiento acude a mi cabeza nada más recuperar la conciencia. Leo. Intento recordar pero, cada vez que lo hago, es como si millones de pequeñas astillas se clavasen en mi cerebro. Duele, pero aún duele más no saber qué ha pasado. El miedo me paraliza. Imagino mil y un posibles sucesos. Nada parece real, no puede serlo. Recuerdo lo ocurrido y el llanto acude a mis ojos antes incluso que la sensación de tristeza y desesperación. Me dirijo al baño otra vez., como hice días atrás. Me miro en el espejo. Ni siquiera puedo creer que esa muchacha, débil, maltrecha y triste que me muestra el espejo sea yo. Parece otra persona. Una que ha perdido la esperanza y la alegría. Reparo en la cicatriz de mi garganta. Está mucho mejor, como si hubiese pasado bastante tiempo desde que apareció allí, en mi cuello. Carraspeo ligeramente y la sensación es rara. Duele un poco. Intento hablar, bueno, mas bien gritar, emitir cualquier sonido. Es como si, de repente, mi garganta se abriera dejando pasar todo el aire. Es una sensación agoviante, pero agradable. Parece como si mi cuerpo llevase años queriendo hacer eso. Oigo el sonido de mi propia voz, esta vez mucho más clara y recuperada. Es agradable oírse. Sonrío ligeramente para dar la bienvenida a una vieja amiga, pero pronto mis pensamientos me devuelven a la terrible realidad. Pienso en Leo, es lo único que se me pasa por la cabeza.

Corro hacia la puerta. No veo a la gente que me mira con extrañeza, no veo a las enfermeras que intentan detenerme. Corro con la mente en blanco por el pasillo hasta que llego al ascensor y me meto dentro. Me apoyo contra la fría pared de metal y aprieto el botón del quinto piso con ansiedad. Las puertas se cierran y, justo cuando terminan de hacerlo, algo se rompe en mi interior y comienzo a llorar con las palmas de la mano apoyadas contra la pared. Ellas parecen ser lo único que me mantiene de pie ahora mismo. Lloro desconsolada hasta que un estridente sonido me indica que el ascensor ha llegado al piso correspondiente. Entonces salgo a golpes del pequeño espacio y comienzo a correr otra vez pro el pasillo hacia la habitación de Leo. No puedo parar de llorar. De llorar, de temblar y de correr. Es como si hubiese perdido la cordura. Ni siquiera leo el número de la habitación antes de entrar, simplemente sé que es la correcta. La puerta se abre ante mi mano y miro nerviosa en el interior. Entonces veo su cama y el corazón me da un vuelco. Me llevo las manos al lado izquierdo del pecho y siento cómo, después de varios minutos, vuelvo a respirar de verdad.
Leo está tumbado en su cama, igual que antes de todo esto, con la misma cara de serenidad. Hay unas terribles marcas alrededor de su cuello que me recuerdan lo terribles que fueron aquellos minutos. Corro los pocos metros que me separan de él y cojo su cara entre mis manos. Noto el calor que emanan sus mejillas y una lágrima igualmente cálida resbala por mi mejilla. Está vivo. Me siento en el borde de la cama con él y lo abrazo, completamente segura de que él estará sintiendo todo lo que yo, segura de que para él esto está significando tanto como para mí. Está conmigo, está aquí, y eso es todo lo que necesito.
Estoy tan inmersa en esa sensación de alivio que no me doy cuenta de que, al lado de la cama, en la silla, hay una persona sentada. Reparo en ella cuando alguien me agarra por la muñeca. Un pánico instantáneo me invade y me giro con violencia al tiempo que en mi cabeza se dibujan dos fríos y amenazadores ojos verdes. Pego un grito y entonces veo su cara y me relajo. Es Daniel. Es él, sentado en una silla cuidando de mi hermano. Lloro, una vez más, como una niña, pero él no me deja hacerlo sola. Sobran las palabras. Daniel se levanta sigilosamente y me rodea con sus brazos, creando una especie de refugio para mi corazón roto. Es Daniel, es mi ángel, la única persona con la que no me siento sola o triste, la única persona que,al abrazarme, consigue que todo lo demás parezca menos malo. Dejo que la calidez de su abrazo me envuelva y paso mis brazos alrededor de su cuello, acercándolo más a mi. Nunca tuve mucha fe, a pesar de que mis padres eran creyentes y me inculcaron esos valores y esas creencias, pero, en ese momento, solo podía dar gracias a Dios por haber puesto a esta persona en mi vida, porque siento que si él no estuviera, no podría haberlo soportado.
No hablo en unos cuantos minutos y él tampoco dice nada. Eso me gusta. No me agobia, no me asusta, solo deja que me desahogue, que me tranquilice, solo me da todo el cariño y el apoyo que en esos momentos necesito.
Decido apartarme de él para poder hablar y lo hago poco a poco, disfrutando al máximo cada uno de los segundos cerca de él, sintiendo su corazón pegado al mio y latiendo con rapidez.
- ¿ Que pasó después de que me desmayase ? No entiendo nada- Me limito a decirle mientras sus ojos azules se convierten en meras manchas tras la capa de lágrimas que cubre mis ojos.
- Todo está bien,tranquila. Lucas intento...Intentó matar a tu hermano. Lo estaba estrangulando pero, de repente, paró. No sé cómo pasó porque nadie lo vio pero...De repente Lucas se presentó en recepción y dijo a los médicos que el paciente de la habitación 513 necesitaba ayuda. Estaba llorando según dicen. Él mismo llamó a la policía para confesar que intentó asesinar a Leo. Asegura que paró, que dejó de hacerlo. Es verdad porque tu hermano está vivo y, de haber querido, podía haberlo matado. No sé qué lo llevó a hacer eso, pero me alegro mucho Sandra, de verdad que me alegro muchísimo. Ahora creo que lo han llevado a prisión. Dentro de poco habrá un juicio- Termina de explicar al tiempo que me abraza y me acaricia el pelo con las manos.
No puedo comprender por qué Lucas se comportó así. Supongo que debió de arrepentirse pero aun así no entiendo por qué, no entiendo cómo pudo intentar hacer todo ese daño a Leo sólo porque él descubrió su engaño. ¿ Cómo ha podido hacer tanto daño, tener tanto rencor a una persona, solo porque descubrió sus intenciones de engañar a una chica ? Todo me parece desmedido pero, aun así, me alegro de que algo le hiciese recapacitar porque, de lo contrario, mi hermano no estaría aquí.
Miro a Daniel con alegría y me obligo a ser positiva. Sonrío y me dejo abrazar otra vez.
- ¿ Cómo está Leo ahora ? ¿ Se pondrá bien ?- Pregunto todavía preocupada después de ese instante de alegría.
- Los médicos dicen que sigue en coma, lleva así ya un mes. Te ha costado mucho recuperarte de ese golpe en la cabeza,¿ sabes ?- Me dice mientras me pega un golpecito en la sien con el dedo. Tu hermano no tiene lesiones graves en el cuello pero sus lesiones internas debido al accidente siguen ahí. Aun así dicen que ha progresado mucho y que es muy posible que se recupere, aunque no saben hasta donde llegan los daños cerebrales y cómo podrá afectar eso a sus capacidades motoras si se despierta- Me comunica Daniel con calma e intentando parecer optimista.
Procuro tomármelo con calma y me obligo a mi misma a ver el lado positivo. Lo importante es que sigue vivo, que está aquí conmigo.
Mis pensamientos son interrumpidos por el médico, que irrumpe en la habitación después de recibir la noticia de que yo andaba por ahí despierta y correteando por los pasillos del hospital como una loca, y me  lleva a mi habitación. Me paso toda la tarde respondiendo preguntas, haciendo pruebas y descansando.

Al día siguiente, después de dormir fatal, el médico se acerca a mi habitación para comunicarme que ya estoy totalmente recuperada. Tomo un horrible desayuno a base de tostadas y un café y me dirijo a una sala en la que me retiran los puntos del cuello mientras me agarro a la cama para intentar no gritar. Duele, pero no tanto como la sensación de opresión en el pecho que sentí ayer antes de saber qué había pasado con mi hermano. Solo recordarlo hace que una desagradable sensación me recorra toda la columna y me estremezco. Decido apartar todos esos pensamientos y me centro en otras cosas hasta que los médicos terminan el trabajo. Por fin, después de un día sin descanso, me llevan a mi habitación y puedo quedarme ahí todo el día. Recibo la visita de mis padres, ya casi recuperados del todo, que me abrazan y me besan sin descanso. Agradezco su compañía y disfruto del momento después de tantos malos ratos. Cuando se marchan, acudo una vez más a la habitación de Leo. Casi ni recuerdo la cantidad de veces que he atravesado esa puerta. Todos los días el mismo procedimiento varias veces. Me acerco a su cama y le cojo la mano. Le cuento cosas, cosas simples, pero me reconforta hablar con él. De algún modo, me siento escuchada. Disfruto cada momento a su lado y me alegra recordar todo lo vivido juntos. Estoy segura de que,desde algún lugar, él se ríe conmigo cuando le cuento todo eso.
Pasado un tiempo regreso en silencio hasta mi habitación. Echo de menos a Daniel porque no le he visto en más de un día. Cada vez estoy más segura de lo mucho que me gusta ese chico. Aún así caigo en que todavía no hemos hablado mucho de nosotros. Le hice mucho daño, supongo que ambos lo hicimos pero, a pesar de todo, cuando nos encontramos y me lo contó todo, simplemente nos abrazamos, nos consolamos y, para mí, fue más que suficiente. No me hacía falta nada más. Aun así no estoy segura de esto. No sé si quiero empezar, justo ahora y después de todo lo ocurrido, una relación. Sonará estúpido pero, después de todo lo ocurrido, mi confianza hacia el sexo opuesto a disminuido bastante. Además nunca he tenido novio, ni siquiera creo haberle gustado a alguien nunca, por no hablar de que di mi primer beso hace apenas unos meses. Sólo recordarlo hace que de repente un miedo indescriptible me atraviese el cuerpo. Mi corazón se acelera y me pongo nerviosa con tan solo recordarle, con tan solo recordar por un instante todas las cosas horribles que esa persona a la que quería ha sido capaz de hacer. ¿ Estaré lista para entregarle otra vez mi corazón a alguien ? ¿Merece la pena correr el riesgo ? No lo sé, no estoy segura. Al fin y al cabo casi no lo conozco pero...Él ha sido el primero en hacerme sentir especial en el mundo.
Inmersa en mis pensamientos, la tarde se me pasa volando y cuando, horas más tarde, el sueño me alcanza sin previo aviso, me acuesto en la cama y me obligo a dormir.
Pasan las horas y no lo consigo. El sueño va y viene y justo cuando parece que voy a dormirme, acude a mi cabeza la imagen de Lucas. Una imagen que me hiela el corazón y me despierta de golpe, impidiéndome dormir. Me levanto asustada una y otra vez y el proceso se repite. De repente, en una de esas ocasiones, una sombra fuera de lo normal me alerta y, al levantarme, no puedo evitar pegar un pequeño salto. Hay alguien sentado en la silla que hay al lado de mi cama. Con un pánico repentino me apresuro hacia la lamparita de noche y la enciendo.
Mi corazón se calma de repente cuando veo, tumbado en la silla, a Daniel. Su cabeza está ladeada hacia la izquierda y el pelo le tapa la ceja en ese mismo lado. Está profundamente dormido. Su expresión es de serenidad pura. Parece tan desprotegido, tan frágil...Pero de repente,unos segundos más tarde, la luz hace que se despierte y me mira con sorpresa. Se pasa las manos por los ojos y parpadea en repetidas ocasiones. No puedo evitar sonreír. Es lo más bonito que he visto nunca.
- Perdona, ¿ te he asustado ?- Me pregunta en un susurro.
-Un poco, pero no pasa nada. ¿ Cuando has venido? No te he oído entrar-
- Vine a las doce pero estabas dormida, así que decidí quedarme aquí para cuidarte.- Me dices con una pequeña sonrisa.
- Oh vaya, siento que tengas que quedarte en ese sillón toda la noche por mi culpa.- Le digo avergonzada al tiempo que una idea cruza mi cabeza. "No" me digo a mi misma." No puedes invitarlo así como así a tu cama. Pensará que eres una salida"
- No pasa nada. He venido porque quería estar contigo y velar tus sueños. Ya sabes, de eso se encargan los...Esto...Bueno...De eso me encargo yo- Acabas de decir al tiempo que te pones muy rojo, muy rojo. Tu mirada se posa automáticamente en el suelo.
No puedo evitar ruborizarme yo también. No hemos podido hablar de lo que somos, así que ni él ni yo tenemos claro nada. No sé qué piensa él, qué soy para él, y eso me asusta un poco. Tengo miedo de no estar a la altura, de que él tenga una serie de expectativas que yo no pueda cumplir.Tengo miedo de que hayamos interpretado las cosas de maneras muy distintas, pero prefiero no tocar el tema ahora.
-Esto...Muchas gracias, en serio.-
- Te he oído gritar en sueños. ¿ Tienes pesadillas ?- Me preguntas con preocupación.
La verdad es que las tengo, a todas horas. Cada vez que cierro los ojos esas horribles imágenes cruzan mi cabeza. Lo paso mal, pero no quiero preocupar a nadie.
-Bueno, la verdad es que alguna tengo pero...Pero no es para tanto- Le digo para intentar no preocuparle, pero la verdad es que estoy aterrada. No puedo evitar que, sin querer, empiece a llorar en silencio. Me retiro las lágrimas con rapidez pero él se ha dado cuenta y me abraza.
-Tranquila, estoy contigo. Te prometo que esta noche no volverás a tener pesadillas- Me aseguras con voz firme y grave.
No sé a qué te refieres, pero simplemente me dejo consolar. Lo necesito.
De repente noto cómo comienzas a moverte y te sientas conmigo en la cama. Una idea aterradora me atraviesa la cabeza sin previo aviso. ¿ No querrás...? No, no puede estar proponiéndome eso. No puede ser...Yo...Yo nunca...
Te sigues moviendo hasta que te tumbas a mi lado, tu cuerpo muy cerca del mio. Mi corazón latiendo descontrolado. Me quedo inmovil, muy nerviosa. Todos mis temores aumentan y comienzo a pensar en qué decirte, en qué hacer, en qué quiero...Porque no lo sé. Nunca he estado en esta situación, no se manejarlo. Quiero que siga lo que quiera que esté haciendo...O no...Estoy confundida.
De repente todo se queda a un lado cuando te limitas a abrazarme y apagas la luz. Al principio no muevo un músculo, esperando que me beses, que me toques...Algo. Pero no lo haces. Te limitas a quedarte así, abrazado a mí, como separándome del resto del mundo. Noto cómo se ralentiza tu respiración.
Así que sólo quería dormir conmigo. He sido una malpensada y una tonta. No puedo evitar reírme. Seguro que me he puesto rojísima. Cierro los ojos e intento dormir y, esta vez, ninguna pesadilla se atreve a molestarme.